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Historia corta

Un Paseo con las Voces

Por Michael Luo

Más arriba, Udyr escuchó los chillidos de un águila sobrevolando el vendaval.

Lore[]

Más arriba, Udyr escuchó los chillidos de un águila sobrevolando el vendaval. Su voz era fuerte, segura, pero no estaba lo suficientemente cerca como para meterse en sus propios pensamientos. Era un alivio sentirse tan humano.

Las voces nunca se callaban, pero Udyr sabía que no debía ser malagradecido. Incluso un descanso momentáneo era algo excepcional.

Puedo escuchar mi respiración… por lo menos por ahora.

Ese día, caminaba solo. Atravesó las laderas de la montaña, con un viento helado siguiéndolo y llevándose los recuerdos constantes de la belleza etérea de Jonia con cada ráfaga. Los monjes de Hirana le habían obsequiado un regalo de despedida hacía unas pocas lunas atrás, cuando había partido de sus tierras: un acertijo pensado para guiarlo en su camino hacia el dominio de los poderes espirituales.

Debajo de la cima del invierno
La vida pura de la naturaleza fluye

Ahora transformada en cristal

Los versos eran más hermosos en su lengua que en la de Udyr, pero no le había llevado mucho tiempo descifrarlos. Después de viajar por meses con el monje ciego, Udyr había aprendido a descifrar el significado detrás del lenguaje jonio.

Cuando llegó a las laderas empinadas orientales de Púa Invernal, Udyr hizo una pausa para contemplar el lago frente a él, majestuosamente congelado. En las orillas, yacían los huesos y cadáveres de bestias salvajes, además de los de los chamanes y sacerdotes que habían llegado a este lugar meses, años y vidas enteras antes que él.

Udyr permaneció quieto, el pecho desnudo, los ojos cerrados, luchando contra el vigoroso aire matutino.

Esta tierra era mi hogar...

Bajó la vista para contemplar su reflejo en el hielo. Mostraba el rostro de un hombre, andrajoso y cansado de sus viajes.

Mi descanso termina. Los escucho venir.

El hielo se agitó. Primero, una fisura. Udyr vio su imagen fracturarse en pedazos dispares. Pronto, se desprendieron placas enteras y se alejaron flotando. Udyr esperó, con respeto.

El agua glacial burbujeó. Despacio al principio, pero luego con mucha rapidez. De la superficie brotó vapor y el aire se llenó de calor.

Udyr respiró en silencio y levantó los hombros para prepararse.

De la niebla surgió una bestia de hielo, tallada por la magia de la tierra y nacida del lago. El suelo tembló cuando dio un paso estruendoso en dirección a Udyr.

Udyr alzó la vista hacia el espíritu salvaje que se elevaba ante él, tres veces más alto.

Los murmullos eran bajos, suaves… como hojas cayendo sobre la nieve fresca. Pero pronto, se hicieron más fuertes.

Amargos. Inquietos.

Aquí están.

Los gruñidos se convirtieron en rugidos; los murmullos, en ladridos, uno engullendo al otro. Su furia inundó la mente de Udyr, destrozando cada uno de sus pensamientos. Al principio, las voces competían por el dominio: elnüks, drüvasks y otros. Udyr había escuchado esas voces dentro suyo muchas veces. Pronto, se unieron y tomaron la forma que él más temía.

El tigre voraz.

—Cambiapieles. Acércate—, gruñó. —Alza la voz y dinos por qué has regresado—.

Udyr solo pudo emitir un grito ahogado. Sus rodillas se doblaron por el peso del ruido en su cabeza. Sus manos cayeron al suelo para equilibrar su cuerpo. Hizo un esfuerzo por levantar la cabeza y miró a la criatura salvaje, sin intenciones de responder.

Las voces se alzaron como respuesta a la inacción de Udyr, con el tigre rugiendo por encima del resto.

—No mereces llamar al  Fréljord tu hogar. Eres débil—.

Udyr se preparó cuando el espíritu embistió contra él. Los fragmentos de su cuerpo helado le cortaron la piel. Tambaleándose por el suelo, Udyr chocó contra una dura piedra.

No debo ceder.

Luego de recuperar el equilibrio, se limpió la sangre de la cara y cerró los puños. Golpeó los nudillos contra la tierra escarchada y la palpitación en sus brazos se apoderó de él. Las venas palpitaban de sus manos hacia sus hombros. Incorporándose, Udyr se preparó para desviar otro golpe.

El espíritu rugió una vez más. —¡Los fuertes luchan! ¡En cambio, tú sofocas tu voz y te acobardas!—.

El espíritu arremetió con la cabeza inclinada. Udyr intentó quitarse del camino, pero su enemigo fue más rápido y más fuerte. Mientras rodaba hacia un costado, el tigre le rasguñó la pierna con sus garras. La sangre del cambiapieles se esparció por el suelo congelado.

Adolorido, Udyr se apoyó en una rodilla. Sintió cómo aumentaba su propia ira, pero aún así la contuvo.

No debo ceder.

El espíritu se acercó y lanzó un grito salvaje antes de saltar sobre Udyr. Al darse cuenta de que no podría evadirlo a tiempo, se cubrió con los brazos cruzados y apretó los puños. Una energía mágica lo envolvió, bloqueando el golpe letal del tigre.

El espíritu se deslizó hacia atrás. Después de recuperar el equilibrio, sonrió a través de sus colmillos. Su cuerpo helado crujía con una energía despiadada, astillando los huesos de sus antiguas víctimas bajo sus patas. Este lugar solo sabía de muerte.

Udyr se arrodilló con la cabeza agachada. Su cuerpo palpitaba con dolor mientras el espíritu caminaba a su alrededor. Sentía cómo temblaba la tierra con cada pisada.

Este no es el camino.

Udyr apretó los dientes, la sangre brotaba de sus labios mientras sentía la tierra temblar una vez más.

Las voces tronaban. —¡Los débiles... son presa!—.

Udyr alzó la vista y vio al espíritu abalanzándose contra él, con los ojos sedientos de sangre… y tan abiertos que podía ver su propio reflejo, con la misma sed de violencia.

Debo aceptar quién soy.

Llamas doradas brotaron de la piel de Udyr como fuego salvaje; la ira que recorría su cuerpo igualaba la furia del espíritu del tigre frente a él.

—¡Al fin, la presa ha decidido luchar!—.

Udyr rugió y embistió directo contra el espíritu. Saltó a la pierna de bestia y trepó por su superficie escarpada, aplastando con sus manos sangrientas cualquier pedazo de hielo que tuviera a su alcance para impulsarse hacia arriba. La criatura se sacudió y los bordes cortantes de su cuerpo perforaron la piel del cambiapieles. Udyr gritó, regodeándose en su poder. Por fin, su ira estaba al mismo nivel que el fuego de su enemigo, mientras los dos se deleitaban en su salvaje violencia.

Con una embestida brutal, Udyr alcanzó el lomo del espíritu mientras hilos de sangre chorreaban a los costados de la bestia. Una energía espiritual surgió dentro de él, una fuerza tan poderosa como para ahogar cualquier dolor. Las voces de las bestias salvajes clamaban sin control en su mente: los gritos amargos de aquellos consumidos por el tigre y su propia furia desenfrenada fusionándose entre sí.

—¡No soy una presa!—.

Udyr desató un torbellino de golpes con sus puños, creando una red de grietas que surcaron el cuerpo de la criatura. Arañó y golpeó con desenfreno, desgarrando a su enemigo. Con un aullido furioso, echó hacia atrás la cabeza y clavó sus colmillos en el cuello del espíritu.

Esperaba que el espíritu se desplomara, que su cuerpo se rompiera en gigantes pedazos de hielo para luego desaparecer.

Pero ya se había ido, junto con sus voces. ¿Habían aullado? ¿Habían gritado?

Más arriba, escuchó el llamado del águila.

Concéntrate. Cálmate.

Udyr se tambaleó y cayó sobre tierra firme. Respirando con dificultad, se recostó a la orilla del lago y vio desaparecer a su enemigo. De pronto, escuchó otro estruendo y se puso de pie. El lago, como si estuviera celebrando su victoria, comenzó a descongelarse. Poco a poco, el hielo restante se derritió, subiendo el nivel del agua, que bañó la tierra dura y fría.

Al recordar el ritual que había repetido innumerables veces en Hirana, Udyr cojeó hacia adelante. Ahuecó las manos y se tiró agua sobre la cabeza, los hombros y la espalda para lavar sus heridas. Luego, con suavidad, bebió un sorbo.

Contempló su reflejo y vio que un hombre le devolvía la mirada. Herido, evaluado, vivo.

Soy quien soy.

Udyr solo podía escuchar el murmullo del agua; no obstante, no sonrió.

Esta lucha estaba lejos de terminar.

Referencias[]

  1. REDIRECCIÓN Plantilla:Listaref
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