Cuando tomamos estas armas, aceptamos nuestra misión con orgullo. Liberar a Runaterra del mal, nos dijeron. Matar a los corruptos. Enviar la suciedad del mundo arrastrándose de regreso al agujero por el que salió. No cualquiera puede manejar estas armas. Necesitas un corazón puro. Una mente sin miedo. Una luz interior que eclipsa toda la oscuridad del mundo. Una vez tuve esa luz. Ahora no estoy tan seguro.
Todo cambió. Sabíamos que nuestra misión era mayor que nosotros. El enemigo no era "con quién" luchamos, sino "con qué" luchamos. Mal. ¿Las Islas de la Sombra? Solo otro desastre para limpiar, solo un montón de fantasmas. Eran abominaciones, pero nada que no hubiéramos puesto antes. Hasta el día que nos enfrentamos a él. Hasta el día en que la arrancó de mi vida.
Ahora mi enemigo tiene un nombre. Ella no querría que la siguiera, ella conocía los riesgos. Pero no puedo olvidarla. No la olvidaré. Cazaré al bastardo que me la arrebató y lo enviaré directamente a la tumba.