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Sivir RiseoftheAscended Concept 02
Sivir
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ESCUCHA LA HISTORIA DE SIVIR🔊

Sivir es una capitana mercenaria de renombre que lleva a cabo sus intercambios comerciales en los desiertos de Shurima. Provista de una legendaria arma en forma de cruz arma en forma de cruz e incrustada con gemas, ha peleado y ganado innumerables batallas para los que pueden pagar sus servicios, y se enorgullece de recuperar tesoros perdidos de las catacumbas que se encuentran debajo del antiguo imperio... todo por una generosa porción de las ganancias, claro está. Ahora que unas fuerzas fuerzas ancestrales ancestrales agitan las arenas de Shurima, Sivir se encuentra dividida entre destinos opuestos...

Señora de la Batalla[]

Desde muy temprana edad, Sivir aprendió de primera mano las duras lecciones de la vida en el desierto shurimano. Después de que su familia entera fuera asesinada por kthaons merodeadores, una de las tribus de invasores más infames del Gran Sai, la única esperanza de sobrevivencia de la pequeña niña y otros huérfanos como ella era robar comida de los mercados locales y adentrarse en ruinas antiguas semienterradas en busca de baratijas que pudieran vender. Se enfrentaban a túneles estrechos y criptas olvidadas, buscando cualquier cosa de valor, en ocasiones riñendo agresivamente entre ellos para quedarse con los mejores hallazgos.

Sivir guiaba a otros hacia las profundidades, pero rara vez lograba conservar los pocos tesoros que conseguía desenterrar. Después de que Mhyra, su supuesta amiga, le robara, juró que nunca más nadie volvería a traicionarla. Poco después, se convirtió en la guía y lacaya de un grupo de mercenarios liderados por la famosa Iha Ziharo.

A pesar de que su floreciente habilidad con las armas la llevó a convertirse en la sargento personal de Ziharo, Sivir se percató que la líder dominante se quedaba con la mayor parte del oro y con la gloria de cada redada... incluso cuando eran las inteligentes estrategias de Sivir las que traían su riqueza. Sivir decidió reunir a sus compañeros mercenarios y rebelarse contra Ziharo, y reemplazarla como líder. No obstante, incapaz de matar a su antigua mentora, Sivir la abandonó en el desierto con un mero ofrecimiento de buena suerte.

Con los años, Sivir y sus nuevos seguidores se ganaron una reputación temeraria. Aceptaban cualquier tarea a cambio de un buen pago, incluyendo un encargo de un patriarca nashramae que buscaba una reliquia familiar perdida, una espada conocida como "el Chalicar" "el Chalicar". Acompañada de sus guardias personales, Sivir estuvo en la búsqueda durante varios meses, hasta que finalmente desencajó una espada con forma de cruz del sarcófago de un héroe del antiguo imperio shurimano.

En efecto, esto era un tesoro, forjado por el ingenio y la magia en una era hace mucho tiempo olvidada. Sivir se maravilló con ella: nunca antes un arma se había sentido tan natural en sus manos. Cuando el capitán de la guardia le exigió que se la devolvieran a su maestro, Sivir lanzó la espada en un arco curvado, decapitando al capitán y cortando a los tres hombres que estaban detrás de él en un instante. Peleó para salir de la tumba, dejando solo cadáveres tras su paso.

Pronto, la reputación de Sivir se extendió más allá del desierto. En efecto, cuando las expediciones noxianas comenzaron a moverse tierra adentro desde la costa norte, fue contratada por Cassiopeia Cassiopeia, la hija más joven del General Du Couteau, para ayudarla a saquear la capital perdida de Shurima. Conforme atravesaban catacumbas serpenteantes, varios de los mercenarios de Sivir cayeron en trampas ancestrales, pero Cassiopeia se negó a regresar.

Cuando finalmente llegaron a la gran puerta de una tumba, rodeada por estatuas de guardianes y bajorrelieves representando a los grandes dioses guerreros del pasado, Sivir sintió cómo su sangre hervía. Estaba cautivada por estos héroes con cabeza de bestia y por sus guerras contra las repugnantes criaturas del inframundo.

Aprovechándose de la distracción de Sivir, Cassiopeia le clavó una daga a la mercenaria por la espalda.

En agonía, Sivir se desplomó, empapando la arena con su sangre. Usando al propio Chalicar, Cassiopeia abrió la puerta de la tumba, sin saber que estaba desencadenando la maldición mágica que había sido conjurada sobre ella. Al filo de la muerte, Sivir observó cómo una serpiente de piedra cobraba vida ante sus ojos, haciendo arder la piel de Cassiopeia con su veneno. La última cosa que la mercenaria escuchó antes de que sus sentidos se aletargaran fueron los rugidos de dioses enloquecidos, liberados de la tumba para caminar sobre la tierra una vez más...

Pero, al parecer, el destino no había terminado con Sivir.

Sin saberlo, por sus venas corría el último rastro de un linaje de la realeza ancestral. Cuando despertó, se dio cuenta que quien la estaba atendiendo era nada menos que Azir Azir, el último gobernante del imperio, a quien se le había negado el rito de ascensión y su paso a ser leyenda. Su sangre derramada había reavivado su espíritu tras casi tres mil años, completando el ritual e impregnándolo con todo el poder celestial de un emperador divino. Ahí, en el Oasis del Amanecer, usó las aguas curativas de ese estanque sagrado para deshacer milagrosamente la herida mortal de Sivir.

Ella había escuchado historias de Azir y su retorno profetizado, y siempre pensó que solo los tontos podían creer en esas fantasías... y, a pesar de ello, no podía negar lo que sucedía ante sus propios ojos. La tierra se partió en dos y grandes columnas de polvo se elevaron por los aires mientras la antigua ciudad de Shurima emergía de su entierro, coronada por un enorme disco dorado que brilló con los celestiales rayos del sol. Sacudida hasta lo más profundo de su ser, Sivir huyó con el Chalicar en su espalda.

Si bien nada le habría gustado más que regresar a su vida anterior, se encontró atrapada en luchas de poder que trascendían la comprensión de cualquier mortal. En la ciudad de Vekaura, se cruzó con otro ser ascendido: el liberado mago Xerath Xerath, quien ahora buscaba terminar con el linaje de Azir de una vez por todas, pero con la ayuda del erudito Nasus Nasus y de la joven tejedora de piedra llamada Taliyah Taliyah, Sivir sobrevivió una vez más.

Ha llegado el momento en el que ella debe elegir un camino, ya sea abrazar el destino que le fue otorgado o forjar el suyo entre las arenas movedizas de Shurima.

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La primera vez que Taliyah percibió el agua, se desplazaba a gran velocidad para que la tormenta de arena no la alcanzara. Al principio fue muy tenue, una humedad fría que sintió al levantar las rocas que yacían bajo la arena. A medida que se acercaba a la antigua Shurima, las rocas fueron desprendiendo cada vez más gotas, como si estuvieran llorando. Mientras se apresuraba a cruzar el desierto, Taliyah sabía que aquellas rocas le contarían historias, pero no tenía tiempo de oírlas ahora; no podría saber si aquellas lágrimas eran de felicidad o de tristeza.

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Referencias[]

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