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Rengar Prey 01
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Historia corta • 4 Minutos de lectura

Presa

Por Anthony Burch

Un depredador que se alimenta del miedo. Un cazador que no lo tiene. Solo uno saldrá de esto con vida.

Lore[]

Rengar Rengar olfateó la sangre antes de ver a los humanos muertos. Seis o más, estimaba, pero era complicado determinar el número exacto por la cantidad de pedazos en los que los habían mutilado. Sus espadas estaban esparcidas en la pradera, tan útiles como navajas sin filo.

Se arrodilló y lamió la sangre del suelo.

Fría a la lengua. Dulce, pero amarga con el sabor a hierro.

Había sido derramada hacía menos de una hora.

Dando la vuelta a una de las extremidades en sus manos, Rengar halló una línea de saliva verde colgando donde el brazo había sido arrancado del cuerpo. Se llevó el muñón hacia la nariz y lo olfateó.

La saliva tenía un olor fétido, como el de un cadáver putrefacto en una pila de excremento. Solo acercárselo a la nariz provocaba náuseas a Rengar y él tenía el estómago más fuerte que la mayoría.

Sonrió ampliamente, mostrando los dientes. La criatura que había infligido estas heridas sería fácil de rastrear.

Rengar observó desde un arbusto cómo el navajón navajón clavaba sus garras en el cráneo de un anciano y lo trituraba entre sus dientes. Aulló con decepción, poco impresionado con la falta de fibra.

La gigantesca bestia de cuatro patas pisoteó la carpa del anciano, la aplastó con un solo paso y después mordió la tela hasta destrozarla.

Apartando el saco de dormir del hombre, aulló complacido mientras Rengar escuchaba el grito de un niño.

Un pequeño.

Aterrado. Miedo del bueno. Miedo delicioso.

Hora de comer. Hora de silenciar gritos. Hora de...

Dolor.

Dolor en la nuca. Punzante y ardiente. ¿La mordedura de algo? No. Dolor y después más. Puñaladas afiladas. Algo con un arma. Algo que podía dar un poco de pelea.

Tal vez algo delicioso.

Rengar Prey 02

Rengar tomó al sable kirai sable kirai con una mano, mientras el navajón se movía hacia adelante y hacia atrás, intentando quitárselo de encima. Con su otra mano, tomó un cuchillo y perforó la piel curtida de la bestia, una y otra vez. Sabía que no podía matar a la bestia de ese modo, pero la haría sangrar. La confundiría.

Con algo de suerte, la haría entrar en pánico.

El navajón se tiró al suelo sobre su estómago y se dio la vuelta, atrapando a Rengar. Era veloz, mucho más veloz de lo que Rengar hubiera pensado para una criatura de ese tamaño. Apenas tuvo tiempo de zafar sus hojas y dar un salto lejos.

Ambos combatientes se pusieron de pie. La sangre caía por las escamas del navajón, cada una con el filo suficiente para cortar una extremidad. Combinadas, las escamas eran una defensa casi impenetrable y, al mismo tiempo, cientos de pequeñas armas. Rodeó a Rengar, olfateando el aire. Rengar sabía que nunca podría ganar en una pelea limpia. Era demasiado grande, demasiado veloz, demasiado fuerte.

Una vida llena de cicatrices había enseñado a Rengar el secreto de la cacería. No se trataba de ser fuerte. Se trataba de saber cuándo retirarse y cuándo atacar.

¿Ahora mismo? Era momento de retirarse.

Corrió lejos de la aldea, hacia la hierba alta que la rodeaba. El navajón saltó tras él para perseguirlo. Sus patas daban golpes tremendos contra el suelo. Rengar podía escucharlo detrás de él. Podría ocultarse en la hierba dentro de poco, pero el navajón lo alcanzaría mucho antes de que lo hiciera.

Solo necesitaba unos segundos más.

Un vastaya con un solo ojo será delicioso. Solo había algo más apetitoso que algo joven: algo que acaba de intentar asesinarte.

¿Pisotear a la bestia felina hasta la muerte antes de comerla? No. Sería mejor tragarla entera, sintiendo cómo se cansaba de resistirse cada vez más hasta que deliciosamente se detiene.

Mandíbula dislocada. Morder, sentir chorros de sangre...

Me tropiezo. Caída. ¿Qué?

Alguna clase de arma, tres bolas bolas, atadas con cuero, enredadas alrededor de mis piernas.

Malo.

Aun así. Logro liberarme fácilmente. Pero la bestia felina se ha ido. Solo hay un ligero crujido en la hierba alta que muestra adónde fue.

Corro por el campo tras ella. Bestia felina: pequeña, asustada.

Yo: grande y veloz.

Pisotearé toda la hierba alta de ser necesario...

Dolor.

Calor recorriendo las patas traseras. ¿De dónde? ¿Detrás?

No hay bestia felina. Huyó otra vez.

Dolor. Nuevo dolor, en un costado. Molesto. No es un problema. Solo molesto.

Comienzo a correr. No importa en qué dirección. Poner distancia entre nosotros. Reagruparse.

Dar la vuelta. ¿Dónde está el vastaya? Tal vez huyó. Tal vez se esconde y aguarda.

Rengar Prey 03

Esta era la mejor parte. Invisible dentro de la hierba alta. Su presa es cautelosa, pero no tiene la inteligencia de sentirse aterrada.

El silencio momentáneo antes del ataque. Antes de que la presa notara lo indefensa que se encontraba. Antes de los aullidos de dolor, la sangre, la adrenalina y la alegría.

Rengar echó la cabeza hacia atrás y rugió rugió.

¿De dónde proviene el rugido? Parece que de todos lados. No era un rugido de furia. Tampoco de miedo.

Es de emoción.

Cada vez más cerca.

No. Esto fue un error. A campo abierto. Corre. Corre de vuelta.

No puedo respirar. ¿Por qué?

La herida en el costado. ¿Más profunda de lo que parecía? Garganta húmeda. Me asfixio. Sangre.

No hay que parar.

¿Dónde está la aldea? ¿Por aquí? No. Hacia el otro lado.

El vastaya sigue rugiendo. Se sigue acercando.

Corre. No importa en qué dirección. Solo co...

Destello metálico. Aire frío soplando al estómago.

No, dentro del estómago.

Me siento más ligero. El sonido de algo mojado y pesado golpeando el suelo. Muchas cosas mojadas y pesadas.

Miro hacia atrás. Entrañas. Líquidos. Un rastro de color rojo y verde.

Dolor. Dolor punzante, palpitante, lacerante. En todos lados.

No puedo levantarme. Las patas se doblan. Cuesta respirar. Escucho pisadas acercándose.

Sonido de hoja desenvainando.

Siento algo. Algo nuevo. Algo terrible. No es hambre, enojo o alegría.

Es miedo.

Rengar se acercó al navajón vulnerable, sus patas seguían dando patadas al aire mientras la sangre chorreaba de la enorme tajada en su estómago. Sus ojos estaban dilatados.

¿Qué trofeo tomaría? ¿El cráneo? ¿La melena?

La criatura levantó la cabeza y movió la mandíbula, mordiendo hacia el aire por enojo y confusión.

Rengar sonrió. Los dientes de la criatura eran afilados. Bien.

Uno de esos sería una gran añadidura para su collar collar.

Referencias[]

  1. REDIRECCIÓN Plantilla:Listaref
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