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Malphite Roots of a Poisoned Tree
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Historia corta

Las Raíces de un Árbol Envenenado

Por Graham McNeill

Velos de polvo se sucedían mientras Shoorai seguía las extremidades mecánicas del Jefe de túnel, Hewlett, hacia las profundidades de la mina. Respiraba mediante un exofiltro usado y trataba de no imaginar cuántos mineros zaunitas habían aspirado aire a través de él a lo largo de los años. Los destellos químicos titilantes que colgaban de las vigas de madera del techo escurrían gotas brillantes sobre sus cascos de acero picados mientras pasaban por debajo de ellos.

Lore[]

Velos de polvo se sucedían mientras Shoorai seguía las extremidades mecánicas del Jefe de túnel, Hewlett, hacia las profundidades de la mina. Respiraba mediante un exofiltro usado y trataba de no imaginar cuántos mineros zaunitas habían aspirado aire a través de él a lo largo de los años. Los destellos químicos titilantes que colgaban de las vigas de madera del techo escurrían gotas brillantes sobre sus cascos de acero picados mientras pasaban por debajo de ellos.

—Muy ducha la ensaya, dijeron—, refunfuñó Hewlett, mirando sobre su hombro. —Patrañas—.

Teníamos entendido que eras una gran ensaya, tradujo Shoorai. Pero estábamos muy equivocados.

Habían pasado siete años desde que llegó a Zaun y todavía le costaba trabajo descifrar la extraña jerga del minero.

—Le dije al cachicán que no quería ninguna ensaya pilti—, prosiguió Hewlett. —No capta la peña zaunita como nosotros. ¡Había que arriarnos a nosotros antes!—.

—Jefe Hewlett, le aseguro que me he adentrado en minas en todos lados, desde Shurima hasta Zaun—, dijo Shoorai. —Conozco esta roca tan bien como usted—.

—Solo parloteas—, gruñó Hewlett, mientras entraban en la cámara al final del túnel —pero la peña aquí no es como dices—.

Había mineros polvorientos sentados junto a las perforadoras químicas, piquetas neumáticas y cajas de hexplosivos. Cada uno de ellos debía ocuparse de acometer contra la roca en busca de la veta de hexita que ella le había jurado al Barón Grime que ahí se encontraba. Verlos inactivos iba en contra de su ética de trabajo.

Hewlett alzó una lámpara química para iluminar la roca al final de la cámara. En un primer momento, Shoorai no estaba segura de lo que estaba viendo. El estrato zaunita solía ser, la mayoría de las veces, piedra caliza sedimentada, aplastada y entremezclada con cúmulos de roca metamórfica forjada por calor y presión intensos y recientes.

Esto era algo totalmente distinto...

Shoorai le quitó la lámpara y caminó al fondo de la galería. Se sacó el guante y tocó el muro con sus dedos. Tibia y rugosa al tacto, con una peculiar tonalidad marrón, como algo que esperaría encontrar en su natal Shurima.

—Esto no tiene sentido—, dijo ella. —Esto no estaba aquí ayer—.

—Eso te digo—, contestó Hewlett. —Ahí mismo taladramos, como dijiste ayer. Volvimos al rayar el día y nos atinamos con esto—.

—Sin importar lo que esto sea, el Barón no les está pagando para que estén sentados sin hacer nada. Háganlo estallar—.

Hewlett sonrió. —Lo reventamos con cartuchos, ¿eh?—.

—Sí—, afirmó Shoorai.

—SI YO FUERA USTEDES, NO HARÍA ESO—.

La voz retumbó por todo el espacio circundante, como un movimiento sísmico en el aire, cada palabra resonando como si la hubieran formado placas tectónicas chirriantes.

Los mineros se acuclillaron, pero Shoorai se replegó contra el muro lateral de la cámara y sostuvo con fuerza su casco contra su cabeza. La voz parecía pertenecerle a algo inmenso. El techo de la galería se agrietó.

Ella levantó la mirada para ver cómo el muro de roca rugosa... se movía.

La roca se giró, chirriando mientras se reformaba. Shoorai miró estupefacta cómo se formaban dos cráteres profundos que parecían ojos cerrados, así como un peñasco saliente que podría ser una nariz. El polvo brotaba de una grieta curva y escarpada que parecía una gran boca aterradora.

El rostro ocupó todo el muro ante ella, casi diez metros de ancho y el doble de alto.

¡Por los huesos de Azir Azir! Si esta es su cabeza, ¿qué tamaño tendrá el resto de su cuerpo?

Los cráteres de sus ojos se abrieron con un sonido rechinante que le recordó aquella ocasión en la que había visto cómo esa chica tejedora ambulante chica tejedora ambulante realizaba maravillas rumbo a Kenethet. Shoorai cruzó su mirada con el rostro colosal: sus ojos estaban hechos de un material líquido semiprecioso color amarillo.

Cuarzo, pensó. No es propio de esta región.

—ESTA ROCA ESTÁ INFESTADA—, dijo la voz; Shoorai tapó sus oídos con sus manos ante el volumen ensordecedor. —LAS CRIATURAS SE MUEVEN EN ELLA. A SU MANERA, ES HERMOSO, PERO TAMBIÉN CAÓTICO. NO DEBERÍAN QUEBRAR ESTA ROCA, ES UNA MALA IDEA—.

Los ojos parpadearon y un par de guijarros cayeron de sus párpados rocosos.

—Eh, ¿eres... eres algo así como el espíritu de la montaña?—, preguntó.

La ceja del rostro se alzó con un estruendo quejumbroso.

—NO, O AL MENOS, NO LO CREO. CREO QUE ALGUNA VEZ FUI PARTE DE UNO. HAY MUCHO CAOS EN ESTE MUNDO, ESO HACE DIFÍCIL RECORDARLO TODO—.

—Entonces, ¿qué eres?—, le preguntó.

—AH, ¿QUÉ, EXACTAMENTE?—, dijo, y el túnel de la mina se flexionó mientras la cara suspiraba afligida. —UN FRAGMENTO DE UN GRAN TODO. UN SIRVIENTE DEL ORDEN BUSCANDO UN PROPÓSITO. LLÁMAME... MALPHITE MALPHITE—.

El esquisto suelto cayó como cascada de las grietas que había en las paredes del túnel, mientras que los soportes de madera rechinaron al someterse a tensiones para las que no estaban diseñados. A Shoorai no le gustaba cómo se veían las grietas en la veta que estaba sobre su cabeza. Ambiciosas, querían seguir avanzando.

—¿Podrías dejar de moverte? Creo que estás por derrumbar la cueva—.

—OH. LO SIENTO—.

—Dijiste que la roca estaba... ¿infestada?—, preguntó Shoorai. —¿De qué?—.

—DE COSAS QUE NO DEBERÍAN EXISTIR. CRIATURAS QUE SOLO VIVEN PARA CONSUMIR—.

Shoorai sintió que su pulso se aceleraba. Tras crecer en la sombra de la ahora perdida Icathia, ella sabía a qué criaturas correspondía esa descripción.

—Las conozco—, dijo. —Pero solo habitan en los desiertos del continente del sur—.

—TAL VEZ ASÍ FUE ALGUNA VEZ, PERO AHORA AMENAZAN LA CORTEZA DEL MUNDO COMO SI FUERAN LAS RAÍCES DE UN ÁRBOL ENVENENADO—.

Shoorai bajó la mirada con preocupación.

La cara de piedra se rio y más esquirlas de roca cayeron del techo.

—NO HAY DE QUÉ PREOCUPARSE, LAS TENGO ATRAPADAS DENTRO DE MI CUERPO. APLASTARÉ A ESTAS QUE TENGO, PERO VENDRÁN MÁS. ASÍ ES QUE TENGAN CUIDADO DE NO ESCARBAR DEMASIADO PROFUNDO—.

El brillo en los ojos de la criatura se desvaneció mientras sus pesados párpados se cerraban y el túnel comenzaba a sacudirse.

—DEBEN IRSE AHORA—, dijo la cara de piedra.

Hewlett apareció detrás de Shoorai y la tomó con su brazo mecánico de acción química.

—¡Ahueca el ala, ensaya!—, dijo él. —¡Si no zafamos, nos cae la cueva encima!—.

Shoorai asintió, alejándose de la galería. —Le diré al Barón Grime que esta veta ya estaba agotada—.

Hewlett sonrió. —Ahora sí le atinaste, ensaya—.

Referencias[]

  1. REDIRECCIÓN Plantilla:Listaref
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