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Historia corta

Justo a Tiempo

Por Dana Luery Shaw

Los tacones de Renata Glasc repiquetean con rabia contra el piso de mármol mientras se dirige a la puerta principal.

Lore[]

18:17

Los tacones de Renata Glasc repiquetean con rabia contra el piso de mármol mientras se dirige a la puerta principal. Es una larga caminata y su fastidio crece cuando el timbre emite la misma tonada pegajosa por segunda vez.

Los dedos mecánicos de su mano izquierda se despliegan cuando ella se estira hacia el cerrojo, torciéndose y adoptando la forma necesaria para incrustarse en la cerradura hecha a medida para esa única llave.

Abre la puerta de cobre ornamentada y baja la vista para mirar a la visitante. —Mave—. Todos los subalternos de alto rango de Renata habían sido informados de que su prioridad esa tarde era presentar el Decantador en la Gala de novedades de Vesella.

—Señora Glasc—, dice la mujer de menor estatura con una corta inclinación de la cabeza y sus ojos prostéticos de hierro chocan contra el vidrio de sus anteojos de protección rellenos de gel. —Disculpe la interrupción—.

—Más te vale que sea importante—.

—Nos llegó información de un nuevo tipo de respirador. No es solo una unidad de filtración. Es un purificador de aire—.

Los ojos de Renata destellan. —Mis inventores dijeron que no teníamos nada de qué preocuparnos por eso—.

Mave se encoge de hombros... desconoce esos detalles.

—¿Quién lo está fabricando?—.

—El Barón Midenstokke. No estoy segura todavía en dónde—.

Renata echa un vistazo a su llamativo reloj piltoviano. La gala empieza en menos de dos horas, su turno para la presentación es exactamente a las 21:05 y todavía no ha tenido tiempo de ir a buscar el Decantador al laboratorio... Deja escapar un suspiro. Parece que la gala tendrá que empezar sin ella.

Es hora de volver a recuperar el control de la noche.

18:56

Basile, un gusano de hombre, se postra a los pies de Renata y ensucia el piso de la oficina con sus lágrimas mezcladas con hollín. —Perdón—, dice con voz ahogada y el aliento todavía le apesta por culpa de la bazofia que estaba tomando cuando ella interrumpió su visita al bar Corrodina. —Le daré el dinero en una semana. Dos como mucho—.

Renata no dice nada y deja que Basile se retuerza y lloriquee en el piso un poco más. Le había pedido un préstamo seis meses atrás para comprar una pierna ortopédica para su esposa después de que sufriera un accidente en el taller de un maquinista. Renata le había dado lo que pedía y además le había conseguido un buen trabajo en una fábrica. Pero después de que su esposa muriera de septicemia y Basile intentara ahogar sus penas en el bar... no era ninguna sorpresa que no pudiera pagar.

De hecho, ella cuenta con eso.

—¿Piensas que necesito ese dinero? ¿Que incluso lo echaría de menos?—, dice finalmente.

—Yo...—.

—No me interesa el dinero, querido Basile. Quédatelo—.

Los ojos de Basile se inundan con lágrimas de gratitud. —Gracias—, susurra. —Señora Glasc...—.

Pero—. Ella levanta un dedo para callarlo. —Hay algo que necesito de ti—.

—Lo que sea—.

—Todavía trabajas para Midenstokke, ¿verdad? ¿Te dieron un pequeño ascenso el mes pasado?—.

El semblante de Basile se desmorona. No cualquiera tiene el estómago para ponerse entre dos quimobarones. Traga saliva con dificultad. —Le puedo devolver su dinero en... en cuatro días, señora Glasc—.

—No, Basile—. Renata Glasc se inclina hacia abajo. Puede ver el sudor en la frente del hombre. —Me conseguirás la información que necesito y me la darás en una hora—.

20:23

Elodat aparta con cuidado los frascos y los mecheros, los metales y los cables, las herramientas y las máscaras que abarrotan su espacio de trabajo privado y extiende las primeras páginas del diseño. Renata observa cómo la inventora toma una lupa para mirar de cerca todos los detalles que hacen funcionar estos nuevos respiradores. En muy pocas personas puede confiar esta nueva tecnología alquímica, pero Elodat ha demostrado su valía una y otra vez desde que empezó a trabajar para Renata cuando tenía doce años.

—Son increíbles—, exclama Elodat con reverencia. —No tienen un sistema de filtros; no hay un lugar a donde vayan las toxinas del aire. Simplemente... las destruyen. Las eliminan por completo—.

—¿Y entiendes cómo funcionan?—, pregunta Renata. —¿Serías capaz de replicar los resultados en un producto similar?—.

—Sin dudas—. Los dedos de Elodat se mueven con emoción. —¿Este es mi nuevo proyecto?—.

—Sí, lo es—. Renata se detiene un momento. —Pero haz que sea necesario reponer alguna pieza. Los filtros son una excelente manera de mantener el ingreso de dinero. Encuentra nuestra versión de eso para un purificador—.

Renata mira a Mave, que está parada en una esquina cerca de la puerta, aguardando instrucciones. —¿Estamos seguros con respecto a la fábrica?—.

Mave asiente. —Mis exploradores lo confirmaron. Justo debajo del salón de baile de Midenstokke en el Paseo, como dijo Basile—.

—Excelente. A las 22:30, entonces. Eso debería darnos tiempo suficiente a las dos—.

Mave voltea para irse, pero Renata la detiene y mira a la inventora. —Elodat, la presentación del Decantador está lista, ¿verdad?—.

Elodat resopla mientras hace anotaciones en los documentos de diseño. —Por supuesto, señora Renata—.

Al lado de la estación de trabajo de la inventora está el prototipo del Decantador. Un arma. Una herramienta. Una maravilla mecanizada adaptada para responder únicamente a los gestos de la mano izquierda de Renata. Puras líneas elegantes de oro y latón, tanto sinuosas como rectas, protectoras pero a la vez delicadas. Burbujeando dentro del aparato está el brillante líquido magenta que engloba toda la herencia de Renata.

Renata gira uno de sus dedos mecánicos en el aire. En respuesta al movimiento, una de las ampollas conectadas al Decantador se llena con un gas rosa. Renata toma un respirador del escritorio de Elodat y recoge la ampolla, colocándola en donde debería ir la unidad de filtración.

—Facilítate las cosas—, dice mientras le arroja la máscara a Mave. Asintiendo, Mave se va.

—Eh... ¿Señora Renata?—. La inventora mira al piso cuando Renata se voltea hacia ella. —¿Cómo están mis padres? No los he visto en... bueno—.

—Se acaban de comprar una casa—, dice Renata despreocupadamente. —Y les conseguí trabajo a tu hermano y a su prometida en un cultivero. Tu trabajo los ha mantenido muy contentos—. Una pausa. —Deberías visitarlos—.

Elodat levanta la cabeza. —¿En serio?—.

—Absolutamente—. Con una seña de Renata, los propulsores del Decantador se encienden y el aparato se eleva por el aire. Flota a su lado mientras ella camina hacia la puerta. —Después de la demostración—.

21:46

—¡Y ahora, finalmente, tenemos el producto más reciente de Glasc Industries, presentado por nada más y nada menos que la fabulosa Renata Glasc!—, anuncia el presentador con una mirada hacia Renata. —¡Renata, querida, acompáñanos en el escenario!—.

Con facilidad ensayada, Renata sale por detrás del telón y la recibe un aplauso voraz. Piltovianos ricos vestidos para impresionar llenan el lujoso salón de baile del clan Vesella, ansiosos por escuchar las últimas novedades de su zaunita favorita. El presentador aplaude con educación, pero ve con desdén este nivel de emoción en la audiencia.

Renata se quita la máscara. Cada bocanada de aire vacío de Piltóver le corta la garganta como si fuera vidrio, pero aún así ella sonríe. —¡Quiero agradecer al clan Vesella por recibirme! Es un honor para mí disfrutar de una velada en su hermosa ciudad—.

—Para muchos de ustedes, la palabra 'Quimtech' provoca miedo. Es fea. Habla de hierro y decadencia. Entonces, ¿qué podría ofrecerle una zaunita a Piltóver? Glasc Industries ha demostrado incontables veces que la Quimtech no tiene que ser fea. Y está noche, les mostraré que puede ser hermosa—.

Un movimiento de muñeca y el Decantador flota por el escenario por detrás del presentador hasta llegar a Renata. Gritos ahogados de fascinación marcan el murmullo de la multitud.

Tan fáciles de conquistar. Tan irremediablemente inocentes.

—¡El Decantador de Glasc Industries, un hito en el mundo de la sanación! Alquimista y enfermero, todo en uno; crea medicina y la administra en la misma inhalación—.

La interrumpe el sonido del presentador tosiendo sobre el pliegue del codo. Ella se voltea hacia él, sabiendo perfectamente que ninguno de los químicos en el Decantador es estrictamente medicinal. —¿Tal vez nuestro amable presentador pueda ayudarnos con una demostración?—.

22:29

Renata toma un sorbo de su vino espumoso mientras otro potencial inversor se le acerca. En el otro extremo de la habitación, el presentador está de pie al lado del Decantador y reparte tarjetas de presentación de Renata... justo como ella lo había... sugerido.

Echa un vistazo a su reloj de bolsillo y camina hacia el balcón que la espera con una fenomenal vista nocturna de Piltóver. Abajo, incluso el nivel del Paseo de Zaun es visible desde allí...

22:30

Una explosión ilumina el Paseo. De hecho, justo donde está el salón de baile del Barón Midenstokke. O mejor dicho, donde solía estar.

Pero a nadie en el salón de baile del clan Vesella parece importarle. Apenas una mirada es lo que la mayoría de ellos le dirige a la tragedia que ocurre abajo en Zaun. Está por debajo de ellos.

Excepto por Renata Glasc, que observa con una sonrisa dibujada en el rostro y toma otro sorbo de su fino vino piltoviano.

Referencias[]

  1. REDIRECCIÓN Plantilla:Listaref
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