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Historia corta

El Monstruo de la Estación de Kalduga

Por Matthew Dunn

Neeko estaba familiarizada con las formas de los humanos y, aunque tenían algunas rarezas (como los calcetines), nunca le parecieron particularmente extraños. No hasta que se encontró con el puesto de avanzada en Kalduga.

Lore[]

Neeko estaba familiarizada con las formas de los humanos y, aunque tenían algunas rarezas (como los calcetines), nunca le parecieron particularmente extraños. No hasta que se encontró con el puesto de avanzada en Kalduga.

El horrible complejo fue tallado en los acantilados, cerca de las afueras de la jungla, por una tribu de humanos llamada —noxianos—. Al parecer, habían habitado el asentamiento durante un tiempo, por cómo realizaban sus rutinas diarias de manera irritante pero cómoda.

Neeko se preguntaba si ellos eran amigables. ¿Acaso les gustaba el pan de queso? También le surgían otras preguntas, pero estas eran las que encabezaban su lista cuando decidió averiguarlo por sí misma.

Se escabulló bajo el manto de la noche, entre las sombras, hasta que llegó a la puerta. Solo había una guardia vigilando, pero esto no era problema en lo absoluto. ¡A Neeko le encantaban los disfraces! Adoptar la forma de otra entidad significaba compartir su sho'ma, una red compleja de emociones y de recuerdos recientes.

Ella extendió su propio sho'ma sintiendo el límite exterior del aura de la guardia que iba mucho más allá de su cuerpo. Cuando su espíritu se encontró con el espíritu de la guardia, un nombre emergió hacia la superficie de la mente de Neeko: Ewaii. Provenía del otro lado del desierto. Le siguió un sabor-color. En la mente de Ewaii persistía un sabor amargo a naranja quemada, por su hogar perdido, y el resentimiento salado-azul sobre su estación, un puesto en medio de la nada sin ningún valor estratégico, pero intenta decirle eso al comandante. Ewaii tenía la piel oscura y sus ojos eran hermosos y ovalados. Era fuerte, pero muy pocos la tomaban en serio por ser una —talón sucio—: un soldado raso. Neeko, fascinada, modificó su apariencia camaleónica para tomar la forma de Ewaii.

La piel de Neeko se arremolinó a medida que su cuerpo se transformaba. Le hacía cosquillas, pero a Ewaii la mareaba. Aprovechó que la guardia estaba desorientada para deslizarse al otro lado de las puertas, hacia los silenciosos pasillos del puesto de avanzada, firmemente de incógnito.

—¡Ewaii!—, gritó una voz estridente. —¡Vuelve a tu puesto!—. El hombre corpulento, cuya barriga se asomaba debajo del peto, parecía sobresaltado. En el pliegue de su codo había muchas raíces taffa tostadas y dos hogazas de pan crujiente.

—Escuché ruidos—. Neeko hizo la mejor imitación que pudo de la voz de Ewaii.

—Probablemente sean esos malditos peludos, será mejor atraparlos. Entonces disfrutaremos de una tarta de peludos—.

—¡No se trataba de los peludos!'”. Neeko no se quería comer a esas criaturitas curiosas y graciosas.

—¿Estás diciendo que hay un intruso?'”. Los ojos del hombre se abrieron más.

Neeko no conocía el significado de esa palabra. Así que se encogió de hombros y asintió con la cabeza. Ella supuso que ese gesto podría provocar un pequeño problema.

—Salvajes—, dijo él. —Tal vez se trata de un grupo de exploradores. ¡No te quedes ahí! ¡Haz sonar la alarma!'”.

—¿Dónde está... la alarma?'”.

—¿Perdiste la cabeza, Ewaii? Yo me encargo. Cuando esto acabe, ve al médico—.

Tras decir eso, el rechoncho hombre se marchó con rapidez guardando sus bocadillos en su bolsillo. Pero antes de que se marchara, Neeko mezcló sus motas espirituales con las de él, tomó prestada su forma y dejó atrás la de Ewaii por la de... ¿Yubbers?

—¡Yubbers!—, dijo en voz alta Neeko con la apariencia de Yubbers. Era un nombre divertido de pronunciar. A Yubbers no le gustaba estar cerca de las primeras líneas de guerra, así que se sentía muy a gusto en la tranquila asignación de Kalduga. Su fuerza yacía en lo correspondiente al imperio. Estaba asustado con una apariencia amarillenta y pálida ante el pensamiento de un ataque de los salvajes. A Neeko le agradaba este hombre, pero no le gustaba la sensación del sho'ma masculino. Nada Neeko. Y lo más importante era que sentía la conmoción de Yubbers por haberse encontrado a otro soldado después de haber saqueado la despensa. Había comida cerca.

Mientras avanzaba por un pasillo lleno de puertas, una de las cuales debía conducir a la despensa, Neeko escuchó un alboroto proveniente del patio principal. Eran gritos. Se deslizó hacia la ventana más cercana y se asomó. El Yubbers verdadero estaba gritándole a la Ewaii verdadera. Oh, oh.

¡DOOOOONG! ¡DOOOOOOOONG! El resonar de campanas muy estruendosas hizo que Neeko (con la apariencia de Yubbers) se sobresaltara.

Todas las puertas del corredor se abrieron de golpe. Varios noxianos a medio vestir emergieron parpadeando para intentar despertar. Ella intentó evadir la estampida, pero fue arrastrada y alejada de la despensa. Neeko, aún luciendo como Yubbers, fue empujada al patio junto con una decena de soldados armados.

—¡No sé de qué estás hablando!'”. El rostro de Ewaii lucía acentuado y desafiante. —¡Llevo aquí haciendo guardia toda la noche!'”.

—Estabas en los cuarteles—, dijo Yubbers, flanqueado por dos soldados. —Lleven a esta desertora al calabozo—, añadió, señalando a Ewaii.

Y después, ocurrió. Yubbers vio a Neeko luciendo como él.

Antes de que Yubbers y los otros soldados pudieran deducir si la visión doble era o no un producto de la hora tardía, Neeko desapareció en la neblina de otra persona.

En esta ocasión, tomó la forma de una guerrera llamada Seda. ¡Era una máquina letal despiadada! ¡Rosa picante! Seda había acudido tan rápido al sonido de la alarma que olvidó sus botas. Ni Seda ni Neeko tenían problema al respecto. A ambas les gustaba estar descalzas. Le trajo recuerdos a Seda sobre el territorio quemado por el sol donde había nacido. Ágil... silenciosa...

Justo cuando Neeko estaba pensando que podría disfrutar ser Seda, la verdadera Seda embistió contra su doble.

Las dos Sedas forcejearon entre el barullo de soldados, peleando y tirando una de la otra. Cuando el alboroto terminó, solo quedaba una Seda. Ciertamente era la Seda real, pero Yubbers ordenó que la encadenaran. Seda advirtió que ya habían visto a dos Yubbers, por lo que él también fue encadenado. Y después Ewaii.

Esto continuó durante un rato. Siguieron encadenando gente. Y después los desencadenaban. Nadie tenía la seguridad de quién era quién y quién no lo era, ni de quién mentía sobre no ser quien era cuando en realidad era alguien más. Incluso el comandante del puesto de avanzada parecía inseguro sobre el origen del problema, ¡y eso que Neeko no se había transformado en él! Este hecho salió a relucir y solo sembró más sospechas. ¿Acaso el comandante estaba refugiando en secreto a un monstruo?

Lo que Neeko había descubierto tras haberse transformado en todos era que el único pensamiento que todos compartían era que a nadie le agradaba el comandante. Era demasiado reservado y de voluntad débil. Había perdido una batalla importante y lo habían degradado a este —puesto en medio de la nada, sin ningún valor estratégico—, en las palabras exactas de Ewaii. Todos se pusieron en contra del comandante y fue el primero en morir.

El desastre solo empeoró a partir de ese momento. Los soldados gritaban, peleaban y se culpaban entre ellos. Algunos pensaban que los había hechizado un demonio devorador de almas. Un soldado veterano contó una historia horripilante sobre un monstruo planta de la jungla que reemplazaba a las personas con versiones descerebradas de ellas mismas, con enredaderas en lugar de venas.

Todos se encontraban en medio de acusaciones, cuestionamientos complejos sobre hechos minúsculos que habían compartido durante el entrenamiento y gritos de —¡traidor!'”. Neeko intentó tranquilizar a las tropas.

—¿Y si...?—, dijo Neeko con la apariencia de una cocinera llamada Thomsy —¿y si no es un monstruo? ¿Y si se trata de alguien agradable, perdido y un poco asustado, pero que solo quiere hacer amigos, comer pan de queso y ser feliz? ¿Podría ser?—

Todos en el puesto de avanzada de Kalduga supieron al instante que ella era la impostora. Desenvainaron las espadas y las puñaladas comenzaron. Al amanecer, solo cuatro soldados seguían con vida. Observaban con la mirada perdida la sangre acumulada debajo del cuerpo inerte del comandante, y después se miraron entre ellos. Neeko los miró desde la seguridad de la despensa.

—El comandante no quería que abandonáramos el punto de avanzada—, dijo Seda. Se arrodilló junto a su cuerpo y lo bendijo con un ademán de su gente. —Solo nos depara la ejecución o el exilio—.

Un momento de silencio solemne se transmitió a través de un viento embrujado y siniestro, a pesar de las notas florales de las flores de taffa que brotaban en un lugar cercano.

Yubbers se irguió. —Enviaremos un mensaje al alto mando. 'Los salvajes invadieron Kalduga. No esperamos sobrevivir, pero moriremos por la gloria de Noxus'. Después, abandonaremos el puesto de avanzada y dejaremos los cuerpos en donde están. Seda, tú irás hacia el norte. Gurnek irá hacia el este. Ewaii al oeste. Y yo me iré hacia el sur. Si alguien se cruza con otro, será un duelo a muerte para uno de ustedes...'”.

Ewaii lanzó una mirada recelosa a Yubbers. —O para ti—.

—... es la bestia disfrazada—.

Una hora después, los soldados se marcharon. No voltearon a mirar el puesto de avanzada que dejaban atrás, ni se miraron entre ellos. Solo tomaron caminos separados, inciertos de quién era quién.

Neeko pensó que los humanos eran ciertamente criaturas extrañas.

Referencias[]

  1. REDIRECCIÓN Plantilla:Listaref
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