Lore[]
¡Eh! ¿Qué tal, pequeños? ¿No deberían estar ya en cama, pícaros espadines? ¿Cómo dicen? ¿Así que quieren escuchar una historia de Lars el Paticojo, eh?
Bien, de acuerdo, solo una antes de dormir. Acérquense. Pero esta vez, no quiero escuchar a nadie llorando ni quejándose. Después de todo, estamos en Aguasturbias, y nuestros cuentos para dormir son más oscuros que en otros lugares.
Muy bien. Ahora, todos han escuchado hablar sobre el Bromista de las Mareas, el pequeño duende marino al que llaman Fizz, ¿cierto? ¿Sí han escuchado de él? Bien, bien. Bueno, esta es la historia de cuando el viejo Lars lo conoció. ¿Cómo dicen? ¿Que debió ser divertido? Pues, ¿qué clase de historias les han contado? ¡No, no fue divertido, pero muchas gracias! Ese es un pequeño y malvado horror, y serán muy afortunados si nunca cruzan caminos con él mientras vivan. Pero me estoy adelantando. Ejem.
Bien, ahí estaba yo, aferrado a una piedra en el Estrecho Quebrado. Mi barco se había hundido. No importa cómo ocurrió, esa es una historia que tal vez dejaré para otra noche, pero ese era el hecho. Me aferré a esa roca durante tres días y tres noches, con aletas rondándome.
Y justo cuando la esperanza comenzaba a abandonarme... él apareció.
Al principio, lo único que vi fueron esos grandes ojos redondos, pálidos como la muerte, a medida que nadaba hacia mí. Los tiburones que rondaban inmediatamente se marcharon. No estaban equivocados en temerle, ¿ven? Ustedes también deberían. Se acercó más y más. No me avergüenza admitir que sentía miedo, pero él alejó a los peces hambrientos, así que me zambullí en el mar, ¡y comencé a nadar hacia Aguasturbias tan rápido como pude!
Pero cada vez que volteaba hacia atrás, ahí estaba él, ¡con esos grandes ojos mirándome fijamente! Al fin llegué a la costa, y creí que lo había dejado atrás... ¡Pero qué equivocado estaba el viejo Lars!
Conseguí una habitación en una pensión de mala muerte, infestada de moscas, en el Pueblo Rata. No me tomó mucho tiempo darme cuenta de que... no estaba solo. El primer indicador fue el hedor creciente a algas y pescado en la habitación. ¡Oh, vaya! Eso y las pequeñas huellas en las escaleras que vi cuando desperté por la mañana...
Es conocido como el Bromista, y ciertamente hace honor a su nombre. ¡Puso agua de mar en mi avena cuando no estaba atento! Ató mis agujetas juntas, ¡así que me caí en cuanto di un paso! ¡Y deslizó anguilas debajo de mis sábanas! ¡Déjenme decirles que realmente me asustaron cuando empezaron a retorcerse!
Y en todos esos momentos, lo podía escuchar reírse. Solo de pensarlo, se me eriza la piel. Durante una semana completa, Fizz me acechó. ¡Me llevó al borde de perder la cabeza! ¿Qué es lo que quieres, pequeño monstruo?, ¡yo gritaba!
Pero en la última noche, desperté. Escuché sus patas palmeadas golpeteando en el suelo. Golpeteo. Golpeteo. Golpeteo.
Se acercó más y más. ¡Llegó la hora!, pensé. Por fin, acabará conmigo, y me escondí debajo de las cobijas.
Golpeteo. Golpeteo. ¡Sus fríos y mojados pies golpeteaban! Y entonces... silencio. Me quedé ahí, muerto de miedo, y debe haber transcurrido una hora antes de que me atreviera a echar un vistazo. Lentamente, saqué la mano, encendí la lámpara, ¿y saben qué fue lo que ocurrió?
Nada.
Así es, por fin Fizz se había marchado. Pero dejó algo para mí, en la caja de madera que estaba junto a mi cama. Nada más y nada menos que una moneda de oro de Kraken. ¡La moneda es esta, por cierto! ¡Oigan, oigan, admírenla con sus ojos, no con sus manos! Es mi Kraken de la suerte, ¿saben?
Pero déjenme decirles que, en lugar de haberme sentido muy feliz, pues no tenía un solo centavo, el ver la moneda me llenó de pánico. Porque era la misma moneda que nuestro capitán había jurado arrojar al océano, cuando íbamos saliendo del puerto. ¡Era la ofrenda para la Gran Barbuda, para asegurar un camino seguro, pero el Bromista de las Mareas la había tomado! ¡Esa fue la razón por la que nuestra nave se hundió! Ese pequeño diablillo juguetón condenó a toda la tripulación, y lo hizo con una expresión retorcida y sospechosa en su rostro.
Así que se los digo, espadines, rueguen nunca encontrarse con él, porque aunque él lo vea todo como risas y diversión, déjenme decirles... no lo es.
Ahora, ¡todos a dormir! ¡Y recen por no encontrar huellitas mojadas en el piso cuando despierten! ¡Ja![1][2]
Trivia[]
- Esta historia fue lanzada durante el evento La maldición de los ahogados que introdujo a . También se usa como la historia corta para , y su reintroducción en el nuevo canon.
Referencias[]
- REDIRECCIÓN Plantilla:Listaref