
Historia corta
El Camino Más Dificil
Por Lillian Herington
El enorme brasero brilló lleno de vida y sus llamas se elevaron hacia el cielo. En tiempo pasados, las tribus congregadas usaban este acontecimiento para marcar el comienzo del festival.
Protagonizada por: Ashe
Lore[]
El enorme brasero brilló lleno de vida y sus llamas se elevaron hacia el cielo. En tiempo pasados, las tribus congregadas usaban este acontecimiento para marcar el comienzo del festival.
Para las tribus, el festival de la cosecha siempre había sido la celebración más importante del año y una de las últimas antes de que el invierno descendiera sobre las planicies. Mientras se encendía el fuego, los vítores deberían haber retumbado contra las laderas congeladas de las montañas para invocar las bendiciones de las Tres Hermanas. Ahora, sin embargo, la multitud de Avarosanos reunidos permanecieron en silencio mientras desviaban su vista de las llamas para dirigirla al escenario donde se encontraba Ashe.
Ella dejó que su vista vagara entre ellos. Ningún otro festival había atraído a tanta gente; Ashe sabía que habían venido a verla a ella.
Agarró su arco y, al empuñarlo, sintió el ahora familiar escalofrío penetrante del Hielo Puro por todo su cuerpo. A pesar de todo el tiempo que llevaba utilizando el arma, el frío todavía le dolía, pero ahora lo aceptaba y lo usaba para concentrarse y bloquear cualquier distracción. Levantó la vista de la multitud, la fijó en las llamas estruendosas y, respirando profundamente, tensó la cuerda del arco. Todos los otros sonidos del festival se desvanecieron.
Se formó una flecha de cristal de frío puro, invocada por la profunda magia que fluía a través del arma. Ashe contuvo la respiración mientras dejaba que el arco continuara canalizando magia por sus brazos. La temperatura del escenario descendió abruptamente y la escarcha comenzó a extenderse debajo de sus pies.
Cuando el frío amenazaba con sobrepasarla, Ashe exhaló y soltó la flecha.
Voló sobre la multitud y se estrelló en el blanco con un crujido ensordecedor. En un instante, el brasero se había congelado, las figuras danzantes del fuego ahora estaban cubiertas de hielo. El sol poniente brilló a través de las llamas cristalizadas y descendió sobre la multitud; finalmente, estallaron los vítores. La multitud invocó las bendiciones de las Tres Hermanas: Lissandra, Serylda y la propia Avarosa, reencarnada en Ashe.
Su discurso fue breve.
—¡Avarosanos! Nunca antes se ha congregado tanta gente en un festival de la cosecha. Siéntense con sus parientes del otro lado de la nieve: ahora todos somos una gran familia. ¡Coman, beban y disfruten!—
Sonrió mientras la multitud gritaba su nombre. Levantó su arco y, en respuesta, los vítores se volvieron más fuertes.
En su interior, los pensamientos de Ashe se ensombrecieron. Como tantas otras veces, se preguntó si era su liderazgo lo que los había unido o el arma que portaba. Era el símbolo de Avarosa, y muchos en el Fréljord creían que, como su portadora, ella era la reencarnación de Avarosa. Ashe se colgó el arco sobre el hombro y desechó ese pensamiento. El motivo por el que se habían reunido no era tan importante como todo lo que habían logrado. Saltó del escenario y caminó entre la multitud mientras todos se acomodaban en las mesas dispuestas para el banquete.
Las bulliciosas tribus se mezclaban entre sí y compartían comida, bebida e historias sobre cacerías pasadas. Los Levantapiedras describían las montañas cálidas pero traicioneras del sur. Ashe vitoreó con los otros cuando los Nieve Roja narraron la derrota de las tropas noxianas que habían intentado avanzar tierra adentro desde la costa. Un guerrero de los Venas de Hielo, todos ellos históricos caminantes de ventiscas de nieve, palmó a Ashe en la espalda cuando pasó por su lado y le provocó un extraño estremecimiento.
Todos ellos y muchos más habían respondido a su llamado y se habían unido a las celebraciones. Todos habían asumido un compromiso con los Avarosanos y cada tribu la necesitaba para poder cambiar. Una profetisa, una salvadora, una mediadora. Una matriarca.
Si pudiera, Ashe sería todas estas cosas.
Sin embargo, al llegar al extremo más lejano del banquete, su cuerpo se petrificó. En la última mesa, con rostros sombríos y apartados de los demás, estaban sentados un grupo de Hijos del Hielo que ella conocía muy bien: los Seguidores de la Nieve, unos fanáticos vengativos que habían masacrado a una tribu entera unos meses atrás.
Una tribu cuyo único crimen había sido unirse a los Avarosanos.
Una mujer robusta, sin duda su líder, se levantó y se acercó a Ashe. —Matriarca Ashe, la elegida de Avarosa, portadora de Su arco divino. Me llamo Hildhur Svarhem, portadora de la verdad y matriarca de los Seguidores de la Nieve—.
Ashe imaginó nuevamente las chozas calcinadas y los gritos agonizantes de su pueblo, y su furia se encendió. La muchedumbre a su alrededor hizo silencio mientras Hildhur continuó hablando, y los susurros comenzaron a circular rápidamente. Todos se reunieron para escuchar lo que los Seguidores de la Nieve habían hecho.
—Juramos que ningún traidor de la fe volvería jamás a seguir a quien falsamente dijera ser una reencarnación de Avarosa. Tus guerreros lucharon con valor, pero no lo suficientemente bien—. Hildhur sacó una gran hacha de guerra de su espalda, la hoja recubierta por una fina pero evidente capa de Hielo Puro. Como digna Hija del Hielo, soportaba la incomodidad del efecto escalofriante en silencio.
Ashe observó la postura ancha de la mujer y contó los pocos pasos que las separaban. La armadura de Hildhur estaba cubierta de sangre seca... ¿Sería más sangre de Avarosanos? Ashe tensó sus músculos y se preparó para moverse. Estaba lista para cualquier ataque.
Para lo que no estaba lista, sin embargo, fue para ver a la matriarca arrodillarse, bajar la cabeza y ofrecer su hacha con ambas manos.
—Perdónanos, matriarca Ashe. En ese entonces no sabía lo que ahora sé. Vine a desafiarte enfrente de todos tus seguidores, a desenmascararte como una profetisa falsa. Pero la magia que posees es más poderosa que cualquier otra que haya visto. Nadie puede negar que Ella habla a través de ti. Te ofrezco mi hacha, Joutbane, y mi cabeza. Perdona a mi pueblo; pueden ser de utilidad para cazar, cultivar o morir en tu nombre—.
Cada miembro de los Seguidores de la Nieve siguió el ejemplo de su matriarca y todos se arrodillaron como muestra de respeto.
Al unísono, varias voces en la multitud clamaron venganza. —¡Muerte a los invasores!—, chillaban.
Apenas quedaban ruinas en llamas cuando Ashe había llegado al lugar. Los restos esqueléticos contaban la historia de una aldea sitiada. Habían identificado fácilmente a los pocos guerreros, ya que no los habían quemado. Por el contrario, los habían mutilado para ser la comida de los cuervos. El resto de la tribu se había refugiado en sus hogares y rezaban por misericordia o simplemente por una muerte rápida.
No obtuvieron ninguna de las dos...
Con los ojos llenos de furia, Ashe agarró el hacha. Tomaría la cabeza de Hildhur como una advertencia para cualquiera que osara...
Mientras aferraba el hacha y sentía como el Hielo Puro trasmitía el conocido aguijón de frío por su brazo, Ashe notó que su arco comenzaba a vibrar contra su espalda. Emitía una pulsación lenta y fresca. como una brisa de invierno.
Su mente se calmó.
—Levántate, Hildhur—, dijo Ashe, contemplando el hacha de guerra.
Hildhur se levantó con el ceño fruncido, confundida. Los ojos de Ashe se encontraron con su mirada penetrante.
—Los Seguidores de la Nieve han derramado la sangre de mi tribu y son mis enemigos—, continuó. —Pero aquí y ahora han demostrado humildad y arrepentimiento. Ya no son más los Seguidores de la Nieve. De ahora en adelante, son Avarosanos, y eso los convierte en familia. No debes temerme, prima—.
Colocó el hacha de guerra nuevamente en las manos de la mujer y la tensión reinante se disolvió. Rápidamente, se retomaron las celebraciones y los sentimientos de alegría se intensificaron gracias al perdón y la compasión. Ashe caminó entre las mesas, saludando a cada uno de los congregados.
Cuando volteó para alejarse, tuvo cuidado de mantener su pesar bajo control. Su corazón todavía ardía de ira, pero su pueblo necesitaba que tomara un camino diferente al de la venganza. Jugueteó con la fría cuerda del arco en busca de alivio.
Sería mucho mejor. Debía serlo.
Referencias[]
- REDIRECCIÓN Plantilla:Listaref