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Akshan
Con una ceja levantada frente al peligro, Akshan pelea contra el mal con un carisma deslumbrante, un deseo de venganza justo y una llamativa falta de camisetas. Habilidoso en el arte del combate furtivo, es capaz de evadir a sus enemigos y reaparecer cuando menos se lo esperan. Con un profundo sentido de la justicia y un arma legendaria que desafía a la muerte, corrige las injusticias cometidas por los rufianes de Runaterra mientras se rige por su propio código moral: No seas un imbécil.
Centinela Rebelde
Moviéndose a través de las sombras del este de 
Shurima, un justiciero acecha a aquellos que han hecho daño a otros. Su castigo es veloz, certero, y se ejecuta con una curiosa arma que corrige los males de sus enemigos.
Criado en las calles de la ciudad de Marwi, Akshan conoció la injusticia desde muy pequeño. En un lugar donde los caudillos locales se quedaban con todo lo que querían, la mayoría sobrevivía agachando la cabeza y no metiéndose en los asuntos ajenos. Aunque lo intentó, el joven Akshan nunca pudo permitir que las malas acciones quedaran impunes, y solía intervenir con rapidez cuando veía que alguien era maltratado. Gracias a esta filosofía de vida, el muchacho se ganó varios enemigos poderosos, que, en una fatídica ocasión, casi terminan con su vida.
Pero la suerte estaba de su lado. Una anciana llamada Shadya lo encontró inconsciente en la calle afuera de su casa. Aunque la costumbre de Marwi indicaba que no tenía que entrometerse, la anciana acogió al joven Akshan y, contra todo pronóstico, él se recuperó.
Cuando Akshan recobró sus facultades, se dio cuenta de que su salvadora no era una mujer común y corriente. Shadya era integrante de los 
Centinelas de la Luz, una orden antigua comprometida a luchar contra los Harrowings y erradicar a los agentes de la Niebla Negra. Ella veía a Akshan como un joven problemático, testarudo y desafiante, pero vulnerable. Después de discutir con el muchacho sobre las numerosas reglas de los Centinelas que regían en su casa, Shadya se percató rápidamente de que Akshan tenía muchas buenas cualidades. Tenía agallas y conciencia, una combinación difícil de encontrar en Marwi. Al ver el enorme potencial del muchacho, Shadya le ofreció un trato: lo dejaría quedarse, lejos de las garras de sus incontables enemigos, y, a cambio, él dedicaría su vida a la orden de los Centinelas.
Shadya y Akshan pronto forjaron un lazo mientras ella le enseñaba todo lo que sabía sobre sobrevivir como un centinela solitario. Akshan, el mocoso peleador callejero, se convirtió en Akshan, la pesadilla adulta de los rufianes. Pero incluso mientras las habilidades de Akshan crecían día a día, podía ver que su mentora estaba cada vez más distante, y más perturbada.
Finalmente, Shadya le contó a su pupilo el motivo de su preocupación: se acercaba un Harrowing, el más grande que el mundo hubiera visto antes, y traía consigo un ejército de espectros y monstruos de las 
Islas de la Sombra. Su única esperanza era detener el cataclismo con la ayuda de las antiguas armas centinelas que estaban enterradas en las profundas tumbas y criptas de Shurima. Si querían salvar al mundo de la Ruina, necesitaban recolectar esas armas, y rápido.
Aterrada, Shadya descubrió que los caudillos locales ya habían saqueado las antiguas armas. Les suplicó que cedieran los artefactos para la lucha contra el inevitable Harrowing, pero los caudillos se negaron, decididos a guardarse el misterioso poder de las armas solo para ellos.
Como les quedaba poco tiempo, Akshan y Shadya tuvieron que arreglárselas con lo que tenían. Mientras hacían el inventario del arsenal, Akshan descubrió un arma particularmente llamativa, escondida en la bóveda de la base. Alarmada, su mentora se la quitó de las manos y le prohibió usarla. El arma, llamada la Redentora, contenía un antiguo encantamiento que le confería un poder extraño e inefable: podía quitarle la vida a un asesino y, al hacerlo, devolverle la vida a sus víctimas más recientes.
—Nadie debe portarla—, dijo Shadya. —Es mejor dejar en manos del destino las cuestiones de la vida y la muerte—.
Pero Akshan todavía se resistía a las reglas de los Centinelas, y tenía opiniones encontradas sobre el destino. Toda su vida había visto a buenas personas recibir tratos horribles, mientras que los malos hacían lo que querían sin pensar en las consecuencias. Si el destino existía de verdad, definitivamente necesitaba ayuda... ayuda que la Redentora podía proporcionar.
Como su interés por el arma era cada vez mayor, Akshan continuó sacándole información a Shadya y descubrió algo impactante: ella había usado el arma para salvar a Akshan cuando lo encontró tirado en la calle hace tantos años atrás. Con ella, había asesinado al criminal que casi lo había matado y, al hacerlo, le había devuelto la vida al joven Akshan. ¿Por qué solo él merecía ser revivido por el arma?, se preguntó. Con seguridad había otras personas más dignas.
Mientras Akshan cuestionaba las reglas anticuadas de la orden, su mentora continuaba presionando a los caudillos para que devolvieran las armas robadas. La tensión entre las partes creció hasta el trágico día en que Akshan volvió a su casa para encontrar a Shadya muerta en la calle, casi en el mismo lugar donde él se había desplomado en el pasado.
Akshan supo lo que tenía que hacer. Le hizo algunas modificaciones clave a la Redentora y partió rumbo al desierto abrasador con el arma prohibida, sediento de venganza. Aunque no podía saber qué caudillo había matado a su mentora, había algo de lo que estaba seguro: los mataría uno a uno hasta que Shadya regresara a Runaterra.
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